Moncada: el asalto a la alborada

A los 70 años del asalto al Moncada, el intelectual cubano José Ernesto Novaez Guerrero refleja sobre su significado histórico

July 26, 2023 by José Ernesto Novaez Guerrero
Conmemoración del 26 de julio. Foto: Juvenel Balán

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Este 26 de julio del 2023 se cumplen 70 años del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en el Oriente de Cuba. El asalto al Moncada, sobre todo, adquirió un relieve fundamental para la historia de Cuba. No solo por la importancia militar de la fortaleza, la segunda más grande después de la de Columbia en La Habana, sino por la sangrienta represión desplegada luego por la tiranía, que costó decenas de valiosas vidas a una generación que habría de cambiar con su sangre el destino de la isla.

Convendría, a modo de pequeño homenaje, apuntar algunos elementos relevantes que hacen del asalto al Moncada un punto de inflexión para el país.

Al Moncada llega una generación que había madurado física y políticamente en el universo de la pseudorepublica neocolonial que predominó en Cuba de 1902 a 1959. Un universo político viciado de corrupción, injerencismo norteamericano, golpes de estado y caudillismo político, entremezclado, como no, con elementos del peor gangsterismo, que acabó no pocas veces en violentos tiroteos por las calles de varias ciudades del país. Una generación que había crecido en lo que Villena, acertadamente, denominó como una “factoría yankee”.

Sus tutores políticos habían sido, en parte, los que hicieron las Revolución del 30 en contra de Gerardo Machado y debieron lidiar con la traición del gobierno de los 100 días, la muerte solitaria de Guiteras en El Morrillo, el ascenso de Batista desde un oscuro sargento taquígrafo al “hombre duro” de la política norteamericana en Cuba y la amenaza, que tanto gustaba al embajador Enoch Crowder y sus sucesores, de las cañoneras como recordatorio permanente de la sumisión política de la isla.

Fue la generación que nació y creció mientras los gobiernos auténticos (del Partido Revolucionario Cubano Auténtico), capitalizaban en la figura de Grau la popularidad que le ganó al gobierno de los 100 días la gestión de Guiteras y llegaban al poder solo para sumir al país en un pozo de corrupción y violencia.

Fueron la generación que se educó, en su mayor parte, en Escuelas Públicas carentes de recursos fundamentales, pero con maestros que les inculcaron un profundo sentimiento martiano de amor a la Patria. Ese Martí insurgente y antiimperialista que fue salvado por lo mejor de la nación cubana en contra del Martí utilitario y doméstico, cómodo, que intentaban erigir los gobiernos seudorepublicanos.

Esos muchachos vieron cómo, ya cuando daban sus primeros pasos en la política, se suicidaba en vivo, luego de un encendido alegato radial, Eduardo Chibás, líder del Partido Ortodoxo, cuyo lema era “ Vergüenza contra dinero” y en quién se encarnaban los anhelos de redención de todo un pueblo. Y vieron también cómo el oscuro sargento taquigrafo, ya convertido en generalote y expresidente, ejecutaba su tercer golpe de estado en marzo de 1952, estableciendo un triste récord en la historia nacional.

Ese acumulado político es el que alimenta a esos muchachos. Pero no son románticos, son revolucionarios. Tienen un programa de acción, que pasaría luego a la historia con el nombre del Programa del Moncada, donde se contenían los principales reclamos políticos y sociales de cambio.

El Moncada es fundamental porque expresa la radicalización revolucionaria de una generación, porque la dota de un programa mínimo claro, porque dimensiona la figura de su líder Fidel Castro a un plano superior, porque cuestiona el status quo no desde el discurso, sino desde los cuerpos.

El Moncada marca el inicio de una nueva fase de lucha revolucionaria que seis años después devendría en el triunfo definitivo de un ejército de guerrilleros mal armados en contra de un ejército moderno, contraviniendo todos los dogmas establecidos y demostrando que lo volitivo también juega un papel en la historia. Baste como ejemplo la anécdota del famoso reencuentro en Cinco Palmas, luego de la catástrofe de Alegría de Pío,  cuando unos pocos sobrevivientes con solo 7 fusiles se miran a la cara. Tienen al frente un ejército de 80 mil soldados, con tanques, tanquetas, aviones y barcos de guerra. Y Fidel, emocionado, exclama: ¡Ahora sí ganamos la guerra! Las revoluciones son hijas de  las circunstancias objetivas, pero también de un poderoso ejercicio de la voluntad individual y colectiva.

El triunfo de enero del 59, con la ejecución casi inmediata del programa de justicia social y soberanía dotan al Moncada de su sentido pleno. En muy poco tiempo se rompe la columna vertebral de la dominación sobre Cuba. Se destruyen las bases de la gran propiedad terrateniente y se coloca al pueblo como protagonista principal de su historia. La Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes se hace carne, cuerpos en las calles, multitud decidida a dar su vida antes de volver al pasado.

El Moncada marca el inicio del asalto a la alborada. 70 años después el pueblo cubano sigue dueño de su suerte, cometiendo errores y logrando aciertos, pagando el precio de plantar cara al imperialismo. Con el Moncada nace una Cuba diferente. Una capaz de saltar por encima de su estatura, que reniega de la suerte neocolonial que le habían asignado y que puede llevar su solidaridad a todos los continentes. Un país donde subsiste el sueño que Fidel resumiera en una frase de Martí: ¡Conquistaremos toda la justicia!

José Ernesto Novaez Guerrero es un escritor, periodista e investigador de Santa Clara, Cuba. Coordina el Capítulo Cuba de la Red en Defensa de la Humanidad y colabora habitualmente con diversas publicaciones dentro y fuera de la isla.