El imperialismo estadounidense y la solidaridad china en la larga lucha de Panamá por la soberanía

La administración Trump aumenta su retórica y sus acciones intervencionistas con respecto al Canal de Panamá, mientras China mantiene su apoyo de larga data a la soberanía panameña.

February 09, 2025 by Tings Chak
En 1964, 20 millones de personas participaron en protestas solidarias en ciudades de toda China. Foto de archivo

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En su primer viaje internacional como Secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio amenazó al presidente de Panamá, José Raúl Mulino. En línea con el mensaje de la campaña presidencial de Donald Trump, Rubio afirmó que “en ausencia de cambios inmediatos” para reducir la “influencia china” sobre el Canal de Panamá, Washington se vería obligado a “tomar las medidas necesarias”.

En el discurso de inauguración de Trump, dos semanas antes, la única mención a China estuvo vinculada al Canal de Panamá. Después de declarar que le cambiaría el nombre al Golfo de México por “Golfo de América,” Trump lamentó que el Canal de Panamá hubiera sido “entregado de manera absurda al país de Panamá” y afirmó que “además, China está operando el Canal de Panamá”. “No se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo recuperaremos”, expresó el presidente de EEUU. La retórica de Trump encaja perfectamente en sus explícitas ambiciones expansionistas e imperialistas, desde la anexión de Groenlandia y Canadá hasta la “recuperación” del Canal de Panamá, que en sí mismo fue un producto del intervencionismo y del interés imperialista de EE.UU. en la región.

La lucha de Panamá por la soberanía

La independencia de Panamá de Colombia en 1903 contó con la intervención de Estados Unidos en la medida en que sus intereses futuros estuvieran garantizados. Tan solo quince días después, se firmó el Tratado Hay-Bunau-Varilla, que otorgó a Estados Unidos derechos exclusivos para construir un canal a través de Panamá, estableciendo la Zona del Canal “a perpetuidad.” La soberanía panameña sobre la Zona del Canal se convirtió en el centro de décadas de lucha, alcanzando su punto álgido en enero de 1964, cuando estudiantes intentaron izar una bandera panameña en la zona en protesta contra el imperialismo estadounidense. Fueron recibidos con brutal represión, y varios de los estudiantes fueron asesinados y heridos. No fue hasta el liderazgo de Omar Torrijos que Panamá finalmente logró recuperar el control de la Zona del Canal, consolidado en los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como una victoria crucial para la soberanía nacional de Panamá, los tratados establecieron que EE.UU. renunciaría al control de la zona en 1979, con la transferencia completa en 1999, que ahora vuelve a ser amenazada por la administración de Trump.

Marco Rubio visitó Panamá como parte de un viaje por cinco países de América Central, que incluyó Guatemala, El Salvador, Costa Rica y República Dominicana. Conocido por su postura agresiva contra China, el exsenador de Florida ha expresado preocupaciones sobre la supuesta influencia china en el canal, afirmando que podría convertirse en un “punto de estrangulamiento” en tiempos de conflicto y una “amenaza directa a la seguridad nacional de EE.UU.” Como resultado de esta visita, Panamá anunció que no renovaría su participación en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) de China.

¿China en el patio trasero de EEUU?

Panamá fue el primer país latinoamericano en unirse a la IFR, aunque varios proyectos de inversión fueron suspendidos o cancelados en 2019, con la elección de Laurentino Cortizo como presidente. La presencia china en el Canal de Panamá comenzó a fortalecerse en 2016, cuando la empresa estatal Cosco Shipping envió su primer barco a través de la expansión del canal, un proyecto de 5.000 millones de dólares, financiado y construido a lo largo de nueve años. Ese mismo año, el Grupo Landbridge de China compró el puerto atlántico más grande de Panamá, en la Isla Margarita, por 900 millones de dólares. En 2018, empresas chinas como China Harbour Engineering Company y China Communications Construction Company obtuvieron un contrato de 1.400 millones de dólares para construir el cuarto puente sobre el canal. Durante este período, tras romper relaciones diplomáticas con Taiwán en junio de 2017, Panamá estableció relaciones diplomáticas con la República Popular China. Actualmente, siete de los once Estados miembros de la ONU que aún mantienen lazos con Taiwán están en América Latina y el Caribe.

A nivel global, no hay duda de que China ha sido un actor clave en el comercio marítimo. En la última década, bajo la bandera de la “Ruta Marítima de la Seda”, China ha invertido en 129 puertos en decenas de países, principalmente en el Sur Global. Sin embargo, solo 17 de estos puertos son de propiedad mayoritaria de entidades chinas, y ninguno de ellos está en Panamá. Si bien las empresas chinas administran infraestructuras importantes relacionadas con el transporte marítimo en Panamá, no hay evidencia de que el gobierno chino controle el canal. Desde 2018, Hutchison Ports Holdings, un conglomerado privado con sede en Hong Kong, ha administrado los puertos de Balboa y Cristóbal, con una concesión renovada en 2021 tras haber pasado dos rondas de auditorías, y ahora sujeta a otra revisión debido a las acusaciones de Trump.

A pesar de las afirmaciones de Trump sobre el control chino y la supuesta imposición de tarifas injustas a los envíos estadounidenses, Estados Unidos siguen siendo el principal usuario del Canal de Panamá. En 2023, aproximadamente el 70% de los barcos que utilizaron el canal estaban vinculados al comercio de EE.UU. Más de 208 millones de toneladas largas de carga tenían a EE.UU. como origen o destino, con China en segundo lugar con 64 millones de toneladas, seguida por Japón con 41 millones de toneladas, y Corea del Sur y Chile empatados con 27 millones de toneladas. Aun así, la administración Trump ha propuesto medidas que atentan contra la soberanía panameña, como la compra directa del canal o su toma forzada, ambas medidas que no tienen ninguna base legal.

El gobierno y el pueblo organizado panameño han rechazado categóricamente las afirmaciones de Trump. El presidente José Raúl Mulino declaró: “No hay posibilidad de abrir ningún tipo de conversación sobre [la transferencia de propiedad del canal].” Los sindicatos y movimientos sociales de Panamá también se han movilizado para defender su soberanía. El día de la inauguración de Trump, manifestantes denunciaron sus amenazas expansionistas como parte de una protesta más amplia en la Ciudad de Panamá contra los cambios en el sistema público de pensiones. Saúl Méndez, líder de SUNTRACS, declaró: “Trump intenta borrar con un solo capricho lo que fue conquistado con la vida de patriotas. El Canal es panameño, y su soberanía pertenece al pueblo panameño.” Se realizaron manifestaciones similares antes y durante la visita de Rubio.

El apoyo de China a la soberanía de Panamá: pasado y presente

Reafirmando el apoyo de China a la soberanía de Panamá, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Mao Ning, destacó el canal como “una gran creación del pueblo panameño” y prometió continuar respetando su neutralidad. Mao Ning, así como el embajador chino en Panamá, Xu Xueyuan, tras la visita de Rubio, también mencionó las protestas de solidaridad de 1964, cuando millones de chinos se movilizaron para denunciar la masacre de manifestantes y defender la soberanía panameña. En su declaración de solidaridad, publicada como un panfleto en esa época, el presidente Mao Zedong afirmó:

La heroica lucha que despliega actualmente el pueblo de Panamá contra la agresión norteamericana y en defensa de su soberanía nacional es una gran lucha patriótica. El pueblo chino está firmemente del lado del pueblo panameño y apoya plenamente su justa acción de oponerse a los agresores norteamericanos y reclamar la restitución de su soberanía sobre la Zona del Canal de Panamá. El imperialismo norteamericano es el más feroz enemigo de los pueblos del mundo.

Tras 61 años, el Canal de Panamá, antes símbolo de la dominación imperial de EE.UU., resurge nuevamente como objeto de las ambiciones imperialistas de Washington, en su reafirmación de la Doctrina Monroe. A medida que China profundiza sus lazos con América Latina, reemplazando a EE.UU. como el principal socio comercial de Latinoamérica, Washington pasa a responder con más amenazas de sanciones y anexaciones, y en ocasiones, con respuestas insignificantes.

A través de iniciativas como la IFR, que ahora cuenta con la participación de 22 países de América Latina y el Caribe, China se ha convertido en una de las mayores fuentes de inversión extranjera directa y financiamiento de infraestructura en la región. Un ejemplo notable es el Puerto de Chancay, en Perú, un proyecto de 3.500 millones de dólares construido por empresas chinas, que reduce el tiempo de transporte entre Asia y América Latina de 35 a solo 23 días, reduciendo en una quinta parte los costos.

Por su parte, tras la visita del presidente chino Xi Jinping a Perú antes de la cumbre del G20 en Brasil, el exsecretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, anunció la “donación” de trenes de pasajeros como un intento de la administración Biden de “fortalecer la asociación entre Estados Unidos y Perú”. Sin embargo, lejos de ser una verdadera donación, la realidad fue muy distinta: la línea ferroviaria de pasajeros de California, Caltrain, vendió sus antiguos trenes diésel, con más de 40 años de uso, a Lima por 6,32 millones de dólares, ya que el sistema ferroviario de California estaba modernizando su flota con nuevos trenes eléctricos.

Hace seis décadas, las palabras de Mao Zedong resonaron por toda China, con hasta 20 millones de ciudadanos chinos organizando protestas de solidaridad, desde Shenyang, en el noreste, hasta Guangzhou, en el sur. Consignas como “”Apoyo resuelto a la lucha del pueblo de Panamá por la recuperación del Canal de Panamá”, “¡Panamá sí, yanquis no!” y “¡Fuera el imperialismo norteamericano de Panamá! ¡Fuera de Asia, Africa y América Latina!”, ocuparon las calles y las transmisiones radiales. Estas demandas siguen resonando hoy, mientras el pueblo de Panamá defiende firmemente su soberanía ante la nueva ola de agresiones de EE.UU. en la región.

Tings Chak es director artístico de Tricontinental: Institute for Social Research, coeditor de Wenhua Zongheng: A Journal of Contemporary Chinese Thought, y doctorando en la Universidad Tsinghua de Pekín.