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Una multitud se congregó el domingo 23 de marzo en el Aeropuerto Internacional de Ciudad del Cabo para recibir al embajador sudafricano expulsado de EEUU, tras ser blanco de repetidos ataques por su postura solidaria con Palestina.
“Ebrahim Rasool es un político que hace incitación racial y odia a Estados Unidos”, acusó el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, en una publicación en X el 15 de marzo.
“No tenemos nada que discutir con él, por lo que es considerado PERSONA NON GRATA”, añadió Rubio, compartiendo un informe del portal de ultraderecha Breitbart sobre los comentarios académicos de Rasool respecto al carácter supremacista blanco del “movimiento MAGA”, hechos en un seminario virtual organizado por un think tank sudafricano.
“Lo recibiremos y diremos que estamos de acuerdo: no hay nada malo en lo que dijo”, insistió Malvern de Bruyn, secretario del Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU) en Cabo Occidental, presente en el recibimiento popular. También asistieron dirigentes regionales del Partido Comunista de Sudáfrica (SACP) y del gobernante Congreso Nacional Africano (ANC).
Una “insignia de dignidad”
La policía sudafricana se abrió paso entre la multitud para que Rasool, quien les dirigió unas palabras con un megáfono, declarara: “La declaración de ‘persona non grata’ busca humillarte… pero al regresar a una recepción como esta, llevaré mi condición como una insignia de dignidad”.
Su expulsión —apenas meses después de ser nombrado en noviembre como embajador— marcó un mínimo histórico en las relaciones entre ambos países, ya deterioradas durante el gobierno de Joe Biden.
La escalada de hostilidad de EE.UU. hacia Sudáfrica
La tensión aumentó cuando Sudáfrica, como gran parte del Sur Global, mantuvo una postura no alineada sobre la guerra en Ucrania. Se agravó tras la demanda de Sudáfrica contra Israel en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en enero de 2024, por el genocidio en Gaza financiado por EE.UU.
“En contraste con su postura declarada de no alineación, el gobierno sudafricano ha tomado partido por actores malignos, incluyendo a Hamás —designada por EE.UU. como organización terrorista y proxy de Irán—, y profundiza sus lazos con China y Rusia”, denunció la Ley de Revisión de Relaciones Bilaterales EE.UU.-Sudáfrica, presentada en febrero pasado en la Cámara de Representantes.
Con la presidencia de Donald Trump este año, la agresividad de EE.UU. se intensificó. Tras tildar la demanda contra Israel como un acto “hostil” hacia EE.UU., Trump suspendió toda ayuda financiera en febrero.
Mientras restringía la entrada de refugiados reales, Trump ofreció “reasentamiento” a los colonos europeos de Sudáfrica (afrikáners), quienes —mediante el colonialismo y el apartheid— se apoderaron del 72% de las tierras cultivables, pese a ser solo el 7% de la población.
En un “gesto simbólico” para corregir esto, el gobierno sudafricano promulgó en enero la Ley de Expropiación 13 de 2024, ampliando las facultades estatales para expropiar tierras. Trump la calificó de “confiscación racial” y ordenó “promover el reasentamiento de afrikáners que huyen de discriminación gubernamental”.
El giro discursivo: “Los negros oprimen a los blancos”
Esto refleja la teoría conspirativa de AfriForum, un lobby supremacista blanco que promueve la falsa narrativa del “genocidio blanco”. Elon Musk, beneficiario del apartheid y ahora figura clave en el gobierno de Trump, la difundió activamente en X.
Rasool, nombrado embajador tras la victoria de Trump, fue sistemáticamente ignorado por funcionarios estadounidenses. “Tras semanas de ataques —llamándome terrorista, yihadista, antisemita—, es un alivio estar en casa, donde reconocemos la humanidad del otro… incluso de quienes nos despreciaron”, dijo a sus seguidores.
“Este recibimiento habría sido aún mejor si volvía dentro de tres años, tras desmantelar la mentira de la ‘opresión afrikáner’ y su falsa condición de refugiados en EEUU,” añadió.
Posturas divergentes sobre las relaciones con EEUU
Mientras la base del partido gobernante y sus aliados de izquierda celebraban su firmeza, el presidente Cyril Ramaphosa pidió “moderación”. Su portavoz, Vincent Magwenya, aclaró el 20 de marzo que no buscaba cancelar el recibimiento, sino “ser conscientes de lo que está en juego para nuestra economía y la relación estratégica con EEUU.”
Rasool coincidió en que “el diálogo con EE.UU. es crucial”, pero estableció límites: “Podemos negociar mucho, pero no nuestro caso en la CIJ. Retirarnos no es una opción hasta que Palestina sea libre e Israel rinda cuentas”.
La soberanía y las relaciones con los BRICS son tan importantes como el comercio con EE.UU.
Rasool reconoció el “valor [del] comercio con EEUU”, pero advirtió que no debe salvarse a costa de las relaciones con los miembros de los BRICS o de la postura no alineada de Sudáfrica, lo que dejaría al país dependiente de EEUU. “impredecible” como único aliado.
“Debemos entrar en negociaciones comerciales con EEUU porque nuestra economía y nuestro pueblo las necesitan. Pero nunca debemos negociar nuestra soberanía, no podría ser que nos dicen que China y Cuba no pueden ser nuestros amigos. Nuestros amigos son los poderosos del G20, pero también los oprimidos y ocupados, ya sea en Sudán o en Palestina,” afirmó.