De la dominación occidental a la desdolarización: una ruta peligrosa

La mayoría de los países del Sur Global se encuentran en un punto intermedio entre sufrimiento económico, peligros y decisiones difíciles. Liberarse del poder occidental será doloroso, pero ya no parece imposible

October 11, 2023 by Justin Podur

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En la cumbre del BRICS celebrada en agosto en Sudáfrica ocurrieron dos cosas interesantes. Varios nuevos miembros fueron invitados a unirse al BRICS en 2024: Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Y, a instancias de Brasil, se creó una comisión para estudiar la posibilidad de una nueva moneda que sustituya al dólar en el comercio internacional. Sin embargo, los acuerdos de canjes de divisas seguirán siendo la forma de avanzar en el proceso a corto plazo, porque el dólar no puede ser sustituido abruptamente.

Para escapar de los grilletes de la dolarización, los países del Sur Global tienen un peligroso camino que recorrer. Los principales problemas, descritos por los economistas políticos Michael Hudson y Radhika Desai, son los siguientes: los países del Sur Global cargan con inmensas deudas en dólares y las empresas occidentales reclaman la propiedad de sus recursos. La estructura jurídica internacional favorece a Occidente, fallando a favor de las corporaciones estadounidenses y los fondos buitre. La red encubierta dirigida por los Estados Unidos sigue teniendo capacidad para fomentar guerras y golpes de Estado contra quienes desafían las normas occidentales, incluidas las financieras. Estos problemas afectan ahora a la mayoría de los países del mundo.

Hasta ahora, la mayor parte del mundo no está polarizada. Muy pocos países (sobre todo en Europa) apoyan incondicionalmente al Occidente liderado por los Estados Unidos. Por otro lado, sólo un puñado de Estados (por ejemplo, Rusia, China, Irán) se atreven a negarse categóricamente cuando Occidente plantea sus demandas.

Todos los demás – donde se jugará el futuro de la economía mundial – se encuentran en un punto intermedio. ¿Encontrarán la manera de salir de este entrampado?

La deuda politizada de Argentina

Durante unos 200 años, Argentina ha sido escenario de experimentos, primero británicos y luego estadounidenses, de subyugación impulsada por la deuda. Cada vez que un Gobierno progresista llegaba al poder e intentaba sacar al país de una crisis, le seguía un Gobierno de derecha que volvía a hundirlo.

Entre los países intermedios, Argentina tiene un papel especial. El país está en la lista de los nuevos invitados al BRICS. Sus finanzas son un caos y su principal candidato presidencial, que recibe consejos económicos de sus cuatro perros, quiere cerrar la mayor parte del Gobierno y utilizar el dólar estadounidense como moneda. Al igual que muchos políticos occidentales de derecha, desde Berlusconi y Sarkozy hasta Trump y Bolsonaro, la marca electoral de Milei no se ve dañada ni por payasadas ni por planes económicos inviables.

Y son realmente inviables. The Economist señala que “Milei promete recortes por valor del 15 [%]… del PIB, a un sector público que representa el 38 [%]… del PIB, pero se esfuerza por esbozar de dónde saldrán”.

Tampoco se sabe

“cómo… el Gobierno de Milei encontraría los 40 [mil millones de dólares] que su equipo cree necesarios para hacer el cambio a dólares. Actualmente, Argentina ni siquiera puede pagar al [Fondo Monetario Internacional (FMI)]… al que debe 44.000 millones de dólares. Milei ha sugerido vender empresas estatales y deuda pública en un fondo extraterritorial para reunir el capital necesario. Es difícil imaginar que haya muchos compradores”.

El destino de Argentina ha estado controlado por la deuda imperial desde 1824, cuando el banco del Imperio Británico (Barings, cuyo Lord Cromer utilizó métodos financieros para apoderarse de Egipto, entre otras operaciones notables) adelantó por primera vez un préstamo de un millón de libras a la recién independizada Argentina. Esto ocurrió menos de 20 años después de que los británicos desembarcaran fuerzas para intentar sin éxito colonizar Argentina. Al final, el arma financiera les resultó más eficaz. En 1827 se produjo el primero de nueve impagos. El último fue en 2020 (The Economist aboga por un décimo).

En el siglo XX, Argentina alternó Gobiernos electos y dictaduras militares y pasó de un enfoque económico desarrollista a otro neoliberal. En los periodos neoliberales, Argentina fue el lugar de la innovación: se inventaron nuevos experimentos para saquear un país. Entre ellos, lo que Esteban Almirón describió como la “bicicleta financiera” posibilitada por la vinculación del peso al dólar estadounidense:

“Cuando se permitió a los especuladores multimillonarios cambiar pesos argentinos por cantidades ilimitadas de dólares, beneficiándose de las tasas [de alto interés]… en pesos, fue el Estado el que tuvo que pedir prestados esos dólares a los bancos [privados estadounidenses]… o al FMI y pagar intereses por ellos. Una vez cambiados, los dólares obtenidos por los especuladores salían del país, dejando la deuda al Estado”.

En 2001, Argentina entró en mora y abandonó la paridad. A continuación, pagó íntegramente su deuda de 9.500 millones de dólares con el FMI en 2005, lo que supuso para el país un ahorro de 842 millones de dólares en intereses en los años siguientes. También negoció, hasta 2010, una reestructuración del 92% del resto de la deuda nacional.

La historia de la deuda argentina de Almirón describe lo que ocurrió después: una historia de Argentina y los buitres estadounidenses. El 8% restante de la deuda ofrece un estudio de caso de la amañada estructura jurídica internacional que facilita el saqueo estadounidense de las economías del Sur Global. Estaba en manos de fondos buitre dirigidos por el multimillonario estadounidense Paul Singer y otros. Los buitres recurrieron a los tribunales estadounidenses y, como era de esperar, en 2012 obtuvieron exactamente lo que querían: un juez estadounidense dictaminó que Argentina tendría que pagarles la totalidad.

La entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner se negó a pagar, pero las elecciones posteriores llevaron al poder a Mauricio Macri. Macri incrementó el ratio deuda/PIB de Argentina del 52,6 % al 90,2% y supervisó un aumento de la pobreza del 30% al 40% (cuatro millones de personas entrando en la pobreza). Para cuando dejó el poder en 2019, Argentina había experimentado una fuga de capitales de 79.800 millones de dólares, y volvió a caer en default. Almiron escribe que “Macri y su equipo destrozaron las finanzas relativamente sanas del Estado argentino en menos de dos años”. Macri trajo de vuelta la bicicleta financiera:

“Su truco consistía en comprar pesos, beneficiarse de los tipos [de alto interés]… en pesos, luego convertirlos a dólares y sacar los dólares del país. Mientras tanto, el Estado tenía que proporcionar una cantidad virtualmente infinita de dólares a los especuladores, y se quedaba con los pesos”.

Al salir, Macri pidió un préstamo de 57.000 millones de dólares al FMI, que luego se redujo a 44.000 millones, y que “desapareció en sólo 11 meses”.

Su sucesor, Alberto Fernández, intentó reconstruir el destruido Ministerio de Sanidad durante el COVID-19, pero se quedó con el préstamo de 44.000 millones. Tanto por desesperación como por ideología progresista, Fernández se volvió hacia China, uniéndose a la Iniciativa de la Franja y la Ruta en 2022 y solicitando su ingreso – con éxito, según parece – en el BRICS. Argentina se incorporará en 2024. Sin embargo, la colaboración con China (y Qatar) hasta ahora ha consistido en obtener préstamos adicionales de China para pagar al FMI. Este no es exactamente el tipo de acuerdo “beneficioso para todos” que China busca con los países del Sur Global en sus inversiones en infraestructuras y acuerdos comerciales en torno a los recursos.

Si es elegido, cabe esperar que Milei retire la candidatura al BRICS. Si mantiene a Argentina en el BRICS, aplicará su genio financiero (y el de sus perros) para facilitar que los Estados Unidos utilicen a Argentina no sólo para consumir a Argentina, sino también a China (y quizá a otros prestamistas de emergencia).

Con cada nueva zambullida en la deuda, la derecha del país intenta hundir al Estado tanto más como para que nunca pueda salir a flote. Cuando llegue al poder, el encantador de perros Milei ha prometido superar el récord de destrucción de Macri.

Las tribulaciones de Pakistán, aliado de los Estados Unidos y China

Al igual que Argentina, Pakistán ha estado controlado por regímenes de deuda imperial – primero británicos y luego estadounidenses – durante siglos. Lo que hoy es Pakistán fue en su día un grupo de ricas provincias de la India británica. Cada reino que la Compañía Británica de las Indias Orientales sometía a su bota estaba cargado de deudas, el principal mecanismo (había otros) a través del cual Gran Bretaña drenó 45 billones de dólares del subcontinente. A continuación, Gran Bretaña dividió el subcontinente en India y Pakistán antes de entregarlo. En la actualidad, India desempeña un papel ambiguo en los BRICS, mientras que el Gobierno pakistaní posterior al golpe de Estado ha recurrido a graves actos de violencia para intentar controlar el país.

También como Argentina, Pakistán es un lugar donde tanto el BRICS como el FMI tienen una fuerte presencia económica. En abril, aproximadamente un año después de la destitución del ex primer ministro Imran Khan, el Instituto para la Paz de los Estados Unidos (USIP, por sus siglas en inglés) informó que Pakistán se enfrentaba a una crisis económica “existencial”. Dividiendo la deuda en tres tipos (multilateral, privada y china), el USIP desglosó la deuda de Pakistán y a quién se debía: “En diciembre de 2022, Pakistán tenía una deuda externa y un pasivo de 126.300 millones de dólares. Casi el 77% de esta deuda, que asciende a 97.500 millones de dólares, es debida directamente por el Gobierno de Pakistán a diversos acreedores; otros 7.900 millones de dólares son debidos por empresas del sector público controladas por el Gobierno a acreedores multilaterales”.

La deuda multilateral de Pakistán, de 45.000 millones de dólares, se desglosa del siguiente modo: el Banco Mundial (18.000 millones), el Banco Asiático de Desarrollo (15.000 millones) y el FMI (7.600 millones), con cantidades menores al Banco Islámico de Desarrollo y al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. Debe otros 8.500 millones a los principales países acreedores: Japón, Alemania, Francia y los Estados Unidos.

La deuda privada de Pakistán estaba encabezada por los eurobonos y los bonos globales Sukuk, que ascendían a 7.800 millones de dólares. También contaba con préstamos comerciales extranjeros por valor de casi 7.000 millones de dólares, que probablemente aumentarán a casi 9.000 millones a finales del presente año fiscal.

Por último, el USIP situó la “deuda china”, de 27.000 millones de dólares, en una categoría aparte:

“Esto incluye alrededor de 10.000 millones de deuda bilateral y 6.200 millones de deuda proporcionada por el Gobierno chino a empresas del sector público pakistaní, y préstamos comerciales chinos de alrededor de 7.000 millones de dólares. Además, la Administración Estatal de Divisas de China (SAFE) ha colocado depósitos extranjeros en el banco central de Pakistán por valor de 4.000 millones de dólares”.

Con un PIB de 376.000 millones de dólares y una deuda de 126.000 millones en 2022, la relación deuda/PIB de Pakistán, del 34%, es mucho más favorable que la de Argentina incluso antes del desastre de Macri. Aun así, los acreedores occidentales de Pakistán lo presentaban como una situación imposible y la inflación estaba causando efectivamente penurias populares.

El presupuesto gubernamental para 2022-23 preveía unos ingresos de 24.000 millones de dólares y unos gastos de 33.000 millones. Los reembolsos de la deuda, que no se habían tenido en cuenta, superaban los ingresos del Estado en casi 25.000 millones de dólares.

La deuda china podía reescalonarse según los precedentes históricos, pero sólo representaba el 30% del total. ¿Y el resto? A lo largo de las décadas, los Gobiernos progresistas de Argentina intentaron utilizar el crecimiento económico para aumentar la base impositiva y exportadora con el fin de reducir la deuda cuando estaban en el poder, pero las previsiones de crecimiento de Pakistán no eran buenas. Del mismo modo, a largo plazo, como se documenta en el libro de Jawad Syed y Yung-Hsiang Ying de 2020 La iniciativa china de la Franja y la Ruta en un contexto mundial Volumen II: El corredor económico China-Pakistán y sus implicaciones para las empresas, el CPEC prevé mejorar las cadenas de valor y las infraestructuras de Pakistán como un proceso de desarrollo económico para ambos países.

Pero, ¿y a corto plazo? Pakistán intentó ser creativo: El primer ministro Imran Khan acababa de cerrar un acuerdo con Rusia para el suministro de energía y trigo – los dos productos más necesarios y más inflacionistas de la cesta – cuando fue derrocado. El Gobierno posterior al Golpe echó por tierra el acuerdo, tratando de evitar problemas con los EE.UU. por comerciar con países sancionados por fuera de las transacciones en dólares. Pakistán siguió el ejemplo de la China anterior a la visita de Nixon y recurrió al trueque. Pero los acreedores occidentales siguen ahí, exigiendo que se les pague (en dólares). Ya sea rebajando la calificación crediticia de Pakistán o vigilando y castigando a Pakistán como patrocinador financiero del terrorismo a través del Grupo de Acción Financiera Internacional (FATF, por sus siglas en inglés), los Estados Unidos disponen de muchas herramientas para obligar a Pakistán a cumplir con su deuda.

¿Cómo ha llegado la situación a ser tan grave? Las finanzas de Pakistán, incluidas sus deudas con los Estados Unidos, están ligadas a la red de relaciones encubiertas de los dos países y a las intervenciones de ambos en Afganistán desde la década de 1970. Claro que los Estados Unidos y Pakistán comercian con algodón y textiles, acero y maquinaria, pero el corazón de la relación económica es marcial. El pueblo de Afganistán fue el que más sufrió, con el autor Nicolas J.S. Davies estimando un número de muertos de 875.000, pero Pakistán también sufrió. La intervención de Pakistán en Afganistán y las operaciones estadounidenses en las zonas rurales de Pakistán costaron al aliado de los Estados Unidos 150.000 millones de dólares y 70.000 vidas según el embajador pakistaní en los Estados Unidos en 2021 y 325.000 muertos según Davies.

La cantidad de dinero que los Estados Unidos gastaron en la ocupación afgana es inmensa y probablemente incontable. Hay cifras oficiales que hablan de 100.000 millones de dólares sólo en contratos militares. El columnista Khawaja Akbar bromeó diciendo que si Pakistán estaba pasando dinero de ayuda militar a los talibanes, sólo podría ser una fracción de lo que gastaron los Estados Unidos: “El billón de dólares gastado por los Estados Unidos en Afganistán durante el mismo periodo de tiempo no anuló el efecto de los 30.000 millones de dólares entregados a Pakistán”.

Cuando Imran Khan puso fin al apoyo al esfuerzo estadounidense en Afganistán, la ocupación tenía los días contados: toda la logística estadounidense para la guerra afgana de 2001-2021 pasó por Pakistán. Un artículo del New York Times publicado poco después de la toma del poder por los talibanes señalaba que “los puertos y aeródromos de Pakistán proporcionaban los principales puntos de entrada y líneas de suministro para el equipo militar estadounidense necesario en Afganistán”. La logística de la ocupación estadounidense era un tema delicado y la relación entre los Estados Unidos y Pakistán se rompió por ello en numerosas ocasiones.

Tariq Ali escribió sobre uno de esos momentos en su libro de 2008, El duelo:

“El país está sumido en una crisis alimentaria y energética. La inflación se acerca al 15 [%]… El precio del gas (utilizado para cocinar en muchos hogares) ha subido un 30 [%]… y el precio del trigo más de un 20 [%]… desde noviembre de 2007. Los precios de los alimentos y las materias primas están subiendo en todo el mundo, pero en Pakistán hay un problema adicional: se está introduciendo demasiado trigo de contrabando en Afganistán para alimentar a los ejércitos de la OTAN. Según una encuesta reciente, al 86 [%]… de los pakistaníes les resulta cada vez más difícil permitirse comprar harina, de lo que culpan a su nuevo Gobierno. El índice de aprobación de [el ex presidente Asif Ali] Zardari ha caído en picado hasta el 13 [%]”.

No se puede hablar de la economía del contrabando en Pakistán y Afganistán sin mencionar el opio. Era una economía de riquezas literalmente incontables, tal vez 2.000 millones de dólares, tal vez mucho más, para organizaciones encubiertas, organizaciones criminales e instituciones financieras con sede en los Estados Unidos y Pakistán a las que los talibanes han puesto fin.

Cuando los Estados Unidos robaron a Afganistán los 7.000 millones de dólares en reservas tras la toma del poder por los talibanes, Pakistán también sufrió como principal socio comercial del país.

Durante las décadas de guerras afganas, los Estados Unidos y Pakistán desarrollaron dossiers llenos de información secreta sobre el otro, hasta el punto de que, tras invadir Afganistán en 2001, los Estados Unidos se aseguraron de que Pakistán pudiera sacar a sus agentes más importantes. Esta operación sería denominada más tarde por los Estados Unidos el “puente aéreo del mal”.

Podemos resumir esto de la siguiente manera: En el transcurso de la guerra de los Estados Unidos contra Afganistán, Pakistán acumuló una inmensa factura de gastos encubiertos, un inmenso número de muertos y una economía ilícita y paralela que no hizo sino perjudicar a la economía formal.

Tras la toma del poder por los talibanes y la destitución de Imran Khan, los Estados Unidos reanudaría este entramado de relaciones encubiertas con Pakistán, esta vez no sobre Afganistán, sino sobre Ucrania. Según The Intercept, las negociaciones de Pakistán con el FMI tras el Golpe se vieron facilitadas por un acuerdo secreto para producir municiones para los Estados Unidos, municiones que los Estados Unidos enviaría a Ucrania para luchar contra Rusia. Ni que decir tiene que si el acuerdo de Imran Khan con Rusia sobre el trigo y la energía hubiera salido adelante, Pakistán probablemente no estaría enviando municiones para el bando ucraniano de la guerra.

Otros casos

Entre Argentina y Pakistán se encapsulan muchos de los dilemas del mundo dominado por el dólar y del mundo post-dólar. Pero un rápido recorrido por otros Estados revela otras dinámicas. El FMI quiere que Egipto (otro nuevo invitado de los BRICS) devalúe; el presidente egipcio, que llegó al poder mediante un golpe de Estado hace una década, está alargando las negociaciones. Mantener a Egipto fuera de una situación revolucionaria es la forma en que los Estados Unidos garantiza la seguridad de Israel, por lo que cabe esperar que esas negociaciones sigan alargándose. En Líbano, la estrategia del FMI es diferente: mantener a Líbano en un estado de colapso financiero es otro de los pilares de la estrategia estadounidense/israelí, así que, al igual que con Argentina, el objetivo es una crisis financiera interminable. Hasta ahora, misión cumplida. Túnez ha sido saqueado por acuerdos de deuda neocolonial desde el siglo XIX. Esto continúa sin interrupción. Sri Lanka, devastada por el tsunami de 2004, se convirtió desde entonces en receptora de préstamos depredadores dirigidos por el FMI. Aunque sólo el 10% de esta deuda se debe a China, en Occidente se dice que Sri Lanka está atrapada en una “trampa de la deuda china”. De hecho, dado que tan poca de la deuda es china, Sri Lanka se encuentra directamente en una trampa de deuda occidental de la que tendrá dificultades para escapar.

Un par de casos finales para concluir: En Kenia, el FMI presiona con dureza, exigiendo más sufrimiento a los kenianos en forma de mayores impuestos y menor gasto, las medidas de austeridad habituales. Las autoridades keniatas anunciaron a principios de año que no van a intentar reprogramar ni reestructurar. Kenia es también el emplazamiento de uno de los proyectos emblemáticos de China y África, el ferrocarril de ancho estándar (SGR) Mombasa-Nairobi, junto con otras infraestructuras. Por otra parte, una base militar del Mando de África de Estados Unidos (AFRICOM) se encuentra también en Mombasa. Zambia, que tiene la suerte de deber 4.100 millones de dólares de su deuda de 6.300 millones a China, se reestructuró en junio. Naturalmente, el FMI lo reivindicó como un triunfo de su propia flexibilidad y visión a largo plazo, afirmando que el acuerdo estaba “ayudando a poner a Zambia en la senda del crecimiento económico sostenible y la reducción de la pobreza”. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, también se atribuyó el mérito del “logro histórico”: “Seguimos [movilizados]… para garantizar que otros países atrapados en una trampa de deuda se beneficien de una respuesta multilateral”, tuiteó.

En todos estos casos, los Estados Unidos y el FMI se cuidan de presionar sólo cuando tienen la sartén por el mango. Cuando China posee una gran parte de la deuda o puede ofrecer una alternativa significativa, el FMI también parece encontrar la manera de ser menos altivo con sus deudores. El FMI también tiene que andarse con pies de plomo: ya no son los únicos en la ciudad, y negociar con demasiada dureza en presencia de alternativas conducirá al impago, quizá el último del FMI.

En resumen: la desdolarización es un camino plagado de desafíos. La mayoría de los países no son la mayor economía del mundo (China) ni el par militar de los Estados Unidos (Rusia). Pocos países entran en la categoría de Irán, Venezuela, Cuba, Afganistán y la República Popular Democrática de Corea, que han sufrido todo lo que los Estados Unidos puede echarles encima y no tienen otro camino que subir.

La mayoría se encuentran como Argentina y Pakistán, entre el sufrimiento económico, los peligros y las decisiones difíciles. Separarse del poder occidental será doloroso, pero ya no parece imposible.

Justin Podur es un escritor residente en Toronto y colaborador de Globetrotter. Puede seguirlo en su sitio web podur.org y en Twitter @justinpodur. Es profesor de la Universidad de York en la Facultad de Cambio Ambiental y Urbano.

Este artículo fue producido para Globetrotter.