ExxonMobil quiere iniciar una guerra en Sudamérica

Está claro que los venezolanos que acudieron a votar el 3 de diciembre en un referéndum en la región del Esequibo vieron esto menos como un conflicto entre Venezuela y Guyana y más como un conflicto entre ExxonMobil y los pueblos de estos dos países latinoamericanos.

December 08, 2023 by Vijay Prashad
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, vota en un referéndum en la región del Esequibo. Foto: Nicolás Maduro/X

Read in English here.

El 3 de diciembre de 2023, un gran número de votantes registrados en Venezuela votó en un referéndum sobre la región del Esequibo que se disputa con la vecina Guyana. Casi todos los que votaron respondieron afirmativamente a las cinco preguntas. Estas preguntas pedían al pueblo venezolano que afirmara la soberanía de su país sobre el Esequibo. “Hoy”, dijo el presidente venezolano, Nicolás Maduro, “no hay ganadores ni perdedores”. El único ganador, dijo, es la soberanía de Venezuela. El principal perdedor, dijo Maduro, es ExxonMobil.

En 2022, ExxonMobil obtuvo unos beneficios de 55.700 millones de dólares, lo que la convierte en una de las petroleras más ricas y poderosas del mundo. Empresas como ExxonMobil ejercen un poder desmesurado sobre la economía mundial y sobre los países que tienen reservas de petróleo. Tiene tentáculos en todo el mundo, desde Malasia hasta Argentina. En Imperio Privado: ExxonMobil y el poder Norteaméricano (2012), Steve Coll describe cómo la empresa es un “Estado corporativo dentro del Estado estadounidense”. Los dirigentes de ExxonMobil siempre han tenido una relación íntima con el Gobierno estadounidense: Lee “Iron Ass” Raymond (consejero delegado de 1993 a 2005) era amigo personal del vicepresidente estadounidense Dick Cheney y ayudó a dar forma a la política de este Gobierno sobre el cambio climático; Rex Tillerson (sucesor de Raymond en 2006) dejó la empresa en 2017 para convertirse en secretario de Estado de Estados Unidos con el presidente Donald Trump. Coll describe cómo ExxonMobil utiliza el poder estatal estadounidense para encontrar cada vez más reservas de petróleo y asegurarse de que ExxonMobil se convierta en la beneficiaria de esos hallazgos.

Caminando por los distintos centros de votación en Caracas el día de las elecciones, estaba claro que las personas que votaron sabían exactamente lo que estaban votando: no asistieron a los centros de votación para manifestarse en contra el pueblo de Guyana – un país con una población de poco más de 800.000 habitantes – sino para reafirmar la soberanía venezolana contra empresas como ExxonMobil. El ambiente de esta votación – impregnado de patriotismo venezolano – tenía más que ver con el deseo de eliminar la influencia de las empresas multinacionales y permitir que los pueblos de Sudamérica resolvieran sus disputas y repartieran sus riquezas entre ellos.

Cuando Venezuela expulsó a ExxonMobil

Cuando Hugo Chávez ganó las elecciones a la presidencia de Venezuela en 1998, dijo casi de inmediato que los recursos del país – principalmente el petróleo, que financia el desarrollo social del país – debían estar en manos del pueblo y no de empresas petroleras como ExxonMobil. “El petróleo es nuestro”, era el lema de la época. A partir de 2006, el Gobierno de Chávez inició un ciclo de nacionalizaciones, con el petróleo en el centro (el petróleo había sido nacionalizado en los años setenta, y privatizado de nuevo dos décadas después). La mayoría de las multinacionales petroleras aceptaron las nuevas leyes para la regulación de la industria petrolera, pero dos se negaron: ConocoPhillips y ExxonMobil. Ambas empresas exigieron decenas de miles de millones de dólares en indemnizaciones, aunque el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) determinó en 2014 que Venezuela solo tenía que pagar a ExxonMobile 1.600 millones de dólares.

Rex Tillerson estaba furioso, según personas que trabajaban en ExxonMobil en ese momento. En 2017, el Washington Post publicó una historia que capturó el sentimiento de Tillerson: “Rex Tillerson se quemó en Venezuela. Luego se vengó”. ExxonMobil firmó un acuerdo con Guyana para explorar en busca de petróleo en alta mar en 1999, pero no comenzó a explorar la costa hasta marzo de 2015 – después de que llegara el veredicto negativo del CIADI –. ExxonMobil utilizó toda la fuerza de una campaña de máxima presión de los Estados Unidos contra Venezuela tanto para cimentar sus proyectos en el territorio en disputa como para socavar la reclamación de Venezuela sobre la región del Esequibo. Esta fue la venganza de Tillerson.

El mal negocio de ExxonMobil para Guyana

En 2015, ExxonMobil anunció que había encontrado 295 pies de “yacimientos de arenisca petrolífera de alta calidad”; se trata de uno de los mayores hallazgos de petróleo de los últimos años. El gigante petrolero inició consultas periódicas con el Gobierno guyanés, incluyendo el compromiso de financiar todos y cada uno de los costes iniciales de la exploración petrolífera. Cuando se filtró el acuerdo de reparto de la producción entre el Gobierno de Guyana y ExxonMobil, se puso de manifiesto lo mal que le fue a Guyana en las negociaciones. ExxonMobil recibió el 75% de los ingresos del petróleo para la recuperación de costes, y el resto se repartió al 50% con Guyana; la petrolera, a su vez, está exenta de cualquier impuesto. El artículo 32 (“Estabilidad del acuerdo”) dice que el Gobierno “no enmendará, modificará, rescindirá, terminará, declarará inválido o inaplicable, exigirá la renegociación, obligará a la sustitución o reemplazo, o tratará de evitar, alterar o limitar este acuerdo” sin el consentimiento de ExxonMobil. Este acuerdo atrapa a todos los futuros Gobiernos guyaneses en un trato muy deficiente.

Peor aún para Guyana es que el acuerdo se realiza en aguas disputadas con Venezuela desde el siglo XIX. La mendacidad de los británicos y luego de Estados Unidos creó las condiciones para una disputa fronteriza en la región que tenía problemas limitados antes del descubrimiento de petróleo. Durante la década de 2000, Guyana mantuvo estrechos lazos fraternales con el Gobierno de Venezuela. En 2009, en el marco del plan PetroCaribe, Guyana compró petróleo a precio reducido a Venezuela a cambio de arroz, lo que supuso una gran ayuda para la industria arrocera guyanesa. El programa de petróleo por arroz finalizó en noviembre de 2015, en parte debido al descenso de los precios mundiales del petróleo. Los observadores, tanto en Georgetown como en Caracas, tenían claro que el programa se vio afectado por las crecientes tensiones entre ambos países en torno a la disputada región de Esequibo.

Divide y vencerás de ExxonMobil

El referéndum del 3 de diciembre en Venezuela y la protesta de los “círculos de unidad” en Guyana sugieren un endurecimiento de la postura de ambos países. Mientras tanto, al margen de la reunión de la COP-28, el presidente de Guyana, Irfaan Ali, se reunió con el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y con el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, para hablar de la situación. Ali pidió a Díaz-Canel que instara a Venezuela a mantener una “zona de paz”.

La guerra no parece vislumbrarse en el horizonte. Los Estados Unidos han retirado parte de su bloqueo a la industria petrolera venezolana, lo que ha permitido a Chevron reiniciar varios proyectos petrolíferos en la Faja del Orinoco y en el Lago de Maracaibo. Washington no tiene apetito para profundizar su conflicto con Venezuela. Pero ExxonMobil sí. Ni el pueblo venezolano ni el guyanés se beneficiarán de la intervención política de ExxonMobil en la región. Por eso, muchos de los venezolanos que acudieron a votar el 3 de diciembre consideraron que no se trataba tanto de un conflicto entre Venezuela y Guyana como de un conflicto entre ExxonMobil y los ciudadanos de estos dos países sudamericanos.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos Las Naciones Oscuras y Las Naciones Pobres. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y La retirada: Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder estadounidense (con Noam Chomsky).

Este artículo fue producido para Globetrotter.